miércoles, 7 de abril de 2010

Mi problema con las descripciones (I)


Una tarde en que yo escribía, [mi hermano] se acercó silenciosamente y se inclinó sobre la hoja de papel hasta casi tocarla con su nariz pecosa:
-¿Cómo se escribe un cuento? -me preguntó.

Su pregunta me hizo gracia y, raro en mí, no me molestó que me interrumpiera.

-Simplemente, tienes que decir las cosas de manera que suenen distintas -le dije-. Por ejemplo, en lugar de escribir: "El jardinero está regando el jardín", escribes: "El jardinero está bañando".

- Ah, ya -contestó Pipo, sonriendo de oreja a oreja.

Minutos después escuché que encendía la televisión.

"Disfraz de niño", Daniel Rodríguez Risco, pg 46.

Claro que si tienes diez años como el protagonista de esta novela corta, no está nada mal, pero por encima de los trece esto me distrae. Se supone que el mecanismo en realidad debería funcionar así:

En el cuento Emma Zunz, de Jorge Luis Borges, hay un momento en el que Emma se encuentra en el laberinto de un puerto, destinada a entregar su virginidad, y en ese instante va hacia una alargada ventanita rectangular Borges dice: «En ese momento el día estaba agonizando». ¿Por qué no dijo que atardecía o que estaba cayendo la bola naranja del sol, o que se gestaba el crepúsculo? Porque el acto que iba a realizar Emma representaba una agonía para ella y porque, más adelante, el personaje antagonista también va a agonizar. Esto implica que la atmósfera debe ir acorde con el hecho narrado, pero sin exagerar.
(Texto de Sampeiro, tomado del blog de Javier Cercas Rueda)

¿Pero qué es exagerar? Un ejemplo fácil sería el cuento "Los Veraneantes" de Chejov, en el que la exageración es intencionada:

La luna, por entre los jirones de nubes, les miraba frunciendo el entrecejo. Con seguridad sentía envidia y enojo por su aburrida y forzosa virginidad.

Pero ahí está bien, porque es el universo le está jugando una broma a los protagonistas. En este fragmento de de "A la espera de nuevas órdenes" de Tobías Wolf me parece que las cosas no funcionan:

El sargento Morse volvió a ocuparse de los papeles, pero la llamada le había inquietado. Se levantó y fue a la máquina del agua fría, se sirvió un vaso y se quedó junto a la puerta. La noche era amenazadoramente cálida y silenciosa: ya eran más de las once, el cuartel estaba en silencio, sólo unas pocas ventanas brillaban en la bruma. Una gruesa mariposa gris tamborileaba contra la puerta de tela metálica.

No es que no entienda. El Sargento Morse se siente solo, eso lo podemos ver a lo largo de todo el cuento, pero "la noche era amenazadoramente cálida y silenciosa", "sólo unas pocas ventanas brillaban en la bruma", "Una gruesa mariposa gris tamborileaba contra la puerta de tela metálica", son imágenes que no me llevan a ningún sitio, quizás porque está al principio del relato y no tenemos cómo identificar esas imágenes con lo que el protagonista siente (no tenemos cómo saber qué es lo que siente si no lo conocemos primero).

Otro ejemplo: Bruno Shulz en el cuento "Agosto" de "Las tiendas color canela":

En esos días, la oscura cara del primer piso al lado de la plaza mayor era atravesada por el enorme verano; el viento de las vibrantes capas aéreas, las baldosas de resplandor que dormían su sueño apasionado sobre el suelo; la melodía del organillo surgida de la veta dorada más apasionada del día; dos o tres compases del estribillo interpretado al piano en algún lugar una y otra vez, desmayándose al sol sobre las aceras blancas, perdidas en el fuego del día profundo.

Lo mismo: nada de esto me dice nada de nada. Pero como este es un auto-taller de cuentos, estoy obligado a auto-debatir: es a mí a quien esto no le dice nada; de otro modo, ¿por qué la siguiente descripción tomada del mismo cuento sí llama mi atención?:

Pero al otro lado de la valla, detrás de la guardia del estío, en el cual dominaba la torpeza de los hierbajos atontados, había un vertedero invadido vorazmente por bardanas. Nadie sabía que, precisamente allí, agosto celebraba su orgía pagana. En ese vertedero se hallaba la cama de la infeliz muchacha Tluya, allí estaba apoyada contra la valla y cubiera de lilas salvajes. Así la llamabamos todos. Sobre un montón de desperdicios, cazuelas viejas, zapatikllas, ruinas y escombros se encontraba la cama pintada de verde, apoyada en dos ladrillos viejos cuando carecía de patas. En los escombros al aire, enfurecida por el calor, henchida con los relámpagos de los moscones excitados por el sol, chirriaba con unos sonajeros invisibkles incitando a la locura. Tluya está acuclillada entre klas sábanas amarillas y harapos. Su cabeza enorme se eriza y recoge en una cola de cabellos negros. Su cara se contrae como el fuelle de una armónica y a cada rato el rictus de llanto que compone esa figura en miles de plioegues verticales y la sorpresa vuelve a estirarlos, alisa los pliegues, descubre las rendijas de sus ojos pequeños y las encías húmedas con sus dientes amarillentos bajo un labio carnoso y morrudo. Pasan horas llenas de calor y aburrimiento en cuyo transcurso Tluya farfulla en voz baja, dormita, gruñe y carraspea. Las moscas la rodean en un espeso enjambre. Mas, de repente, todo ese montón de trapops sucios, harapos y trizas comienza a moverse animado por el runrún de las ratas. Las moscas se despiertan ahuyentadas y levantan un gran enjambre rugiente, plagado de rabiosos zumbidos, reflejos y reverberaciones. Y mientras los trapos caen al suelo y se derraman sobre elverterero como ratas alarmadas, surge entre ellas y despaciosamiente se desemvuelve el cogollo, el núcleo del vertedero: semidesnuda y morena, semejante a una deidad opagana, se levanta sobre sus piernas cioras e infantiles y sobre su cuello colmado de ira y sobre su cara enrojecida de rabia donde, como pinturas bárbaras, florecen los arabescos de sus venas hinchadas, se hincha un grito animl, un rugido ronco surgido de los bronquios y las bocinas de ese pecho seminanimal y semidivino. Las bardanas quemadas por el sol gritan, las plantas se hinchas y presumen de su carne indecente, los hierbajos beben su veneno brillante y la tonta, ronca en su alarido, golpea en convulsiones frenéticas, con apasionamiento feroz su regazo carnoso contra el tronco de lilas salvajes que chirría bajo la obstinación de esa pasión lujuriosa, encantado porb todo ese coro de fecundidad desnarturalizada, pagana.

Repito: ¿Por qué el primer párrafo me parece superfluo y los otros tres no? El tipo de lenguaje es el mismo, no veo cambios en el ritmo en que presenta los datos, de modo que tiene que ser porque en el pimer párrafo Shulz describe elementos que para mí no tienen ningún significado, es decir, no encuentro nada trascendente en ellos, desde mi punto de vista está simplemente está bañando a las hormigas; en cambio la descripción de la loca como una divididad pagana y bestial no me parece vacía sino justa.

¿O tal vez es que sólo me gusta el contraste entre el lenguaje y el objeto descrito? ¿O es que creo ver algo de sarcasmo en el texto? Bueno, ya veremos.