lunes, 17 de enero de 2011

Mi problema con las descripciones (II)

¿Cuándo una descripción atrae mi atención? Tomo un ejemplo de la última novela que he leído: El Anticuario, de Gustavo Faverón:

"UNO.
Habían pasado tres años desde la noche en que Daniel mató a Juliana, y su voz en el teléfono sonó como la voz de otra persona. Habló, sin embargo, como si nada hubiera sucedido jamás, para decirme que fuese a visitarlo a la hora del almuerzo. Como si almorzar con él fuera cosa de ir a un restaurante cualquiera, o al salón de la casa de sus padres, donde solía recibirme años atrás, entre anaqueles atestados de libros, manuscritos, cuadernillos y legajos de pliegos doblados en cuarto, y repisas abarrotadas por miles de volúmenes de lomos ambarinos y cubiertas relucientes de cuero y papel de cera. Como si visitarlo significara, como antes, subir desde ese salón, por la escalera de caracol de acero negro, hacia la biblioteca-dormitorio en que Daniel pasaba todas las horas del día, día tras día, semana tras semana, descifrando notas marginales en tomos que nadie más leía, desayunando, almorzando y comiendo en pijama, los pies sobre el escritorio, la lupa en la mano izquierda, el gesto de asombro, y no implicara, en cambio, ingresar en ese otro lugar alucinado en el que ahora lo tenían recluido, o donde, más bien, se había recluido él mismo para escapar de una cárcel peor."

¿Cuándo una descripción no logra interesarme? El siguiente ejemplo es de la misma novela:

"DOS.
Los árboles que bordeaban la avenida gravitaban al ritmo del viento, sus ramas descolgándose sobre automóviles y transeúntes como los brazos alargados de un mendigo. En la puerta de la clínica, una niña ciega de faldita rosada y manos huesudas vendía caramelos y gaseosas, y una mujer viejísima, unos metros más allá, apretaba la sien contra la cabina de un teléfono público, con el gesto de quien intenta escuchar un mensaje secreto. Cuando atravesé la puerta, el ruido de los carros y los pájaros se filtró en el hall de entrada, viajando en una sábana de luz granulosa que me hizo ver a las personas en su interior como objetos transparentes: proyecciones que se elevaban desde el suelo y se hacían más borrosas cuanto más altas fueran, hasta formar, a la altura de mis ojos, una nube de cuerpos translúcidos. El eco de mis pasos fue rebotando en las paredes, corredor abajo, entre la fila de silletas laterales ocupadas por familiares de internos y pacientes ambulatorios a la espera de una consulta. Sobre el escritorio al final de la recepción —un pupitre metálico de bordes oxidados, cubierto de almanaques, tarjeteros y cartapacios de cartón plastificado—, una pila de cuadernos ocultaba hasta la frente la cara desvaída de una enfermera que repitió mi nombre, deslizó mis documentos en una cajita de madera color carne y me informó el camino hasta la habitación de Daniel."

¿Y por qué? No es porque describir el ingreso al hospital sea superfluo: es el principal escenario de la novela. No es porque sea redundante: corresponde a lo que le pasa por la cabeza al protagonista (el sentimiento de culpa por abandonar al amigo, el miedo por no saber qué va a encontrar, además de que el texto está enn primera persona). No es porque sea sobrecargado: no lo es más que Mr. Stevens en Lo que queda del día; es decir, está en relación a quien lo usa. Creo que es, en parte, un problema mío: este es el tipo de detalles que normalmente suelo pasar por alto en la vida real. Específicamente esta frase: "Cuando atravesé la puerta, el ruido de los carros y los pájaros se filtró en el hall de entrada", por fácil de leer que parezca, me costó hacerlo, y de ahí el resto de la oración "viajando en una sábana de luz granulosa que me hizo ver a las personas en su interior como objetos transparentes: proyecciones que se elevaban desde el suelo y se hacían más borrosas cuanto más altas fueran, hasta formar, a la altura de mis ojos, una nube de cuerpos translúcidos", lo fue aún más. Soy un cuadriculado de miércoles, nunca me cansaré de reconocerlo, pero también tengo derecho a una opinión: una vieja prestando atención en el teléfono, como quien escucha un mensaje secreto, no es un signo de que adentro de la clínica van a contarnos un misterio; la luz y ruido que proviene de la calle, es sólo ruido y luz; una puesta de sol es sólo una puesta de sol. El universo no está plagado de señales o símbolos diseñados específicamente para nosotros, ya estuvo bueno con eso de creerse el centro del Universo.

- No te hagas, Luchín, su sabes perfectamente que estas descripciones en realidad lo que hacen es describir al personaje.

Ya, pero en el primer párrafo eso no depende de sólo descripciones de lugares, allí vemos que se combina descripción de personajes, opiniones, parte del argumento...

- Insisto: en "Lo que queda del día" puedes encontrar párrafos muy parecido.

Yo no los recuerdo.

- Bueno, entonces habrá que leer un par de capítulos de "Lo que queda del día", antes de seguir.

Pero eso no me impide hablar sobre MVLl y la forma en que describe lugares en el primer capítulo de "Historia de Mayta".

- Es tu blog, haced como gusteis.

En ese caso... Derecha: expresión sosegada; izquierda: sonrisa intrascendente.



Cinco puntos más si no se menciona la parte superior del cráneo.