jueves, 5 de mayo de 2011

Brevedad



Cuentas que un determinado objeto tiene un determinado significado para determinado personaje, pero tu indeterminado lector sabrá dios qué está pensando. Fíjense en este párrafo de El monstruo:

Avanzó por un largo corredor, que tenía un fluorescente verdoso. Al final había una puerta. La tocó. Una mujer mayor le abrió. “¿Viene a tomar un servicio, señor?” Respondió que sí, que cuánto costaba; le dieron el precio; dijo que estaba bien, pagó y lo dejaron pasar a una salita. Había tres chiquillos de no más de catorce años sentados en un sillón. La señora los señaló extendiendo la mano.
Al parecer, el principal problema con esta descripción es que no es creíble porque los detalles no son los que notaría alguien que frecuenta prostíbulos, si me guío de la versión de algunos de mis conocidos. Al parroquiano de un burdel ya se le habría arruinado el cuento con este párrafo. ¿Qué hacer? Fíjense lo que hace Georgie en Emma Zunz:


Emma vivía en Almagro, en la calle Liniers, nos consta que esa tarde fue al puerto. Entró en dos o tres bares, vio la rutina o los manejos de otras mujeres.
¡Grande, George! "Entró en dos o tres bares, vio la rutina o los manejos de otras mujeres." Listo, se acabó el problema, pasemos a los marineros que la están esperado.

Momentito. Él puede hacer eso porque explica cada paso que da Emma Zunz y qué es lo que tiene ella en la cabeza cuando los da. Tú no haces eso en tu cuento, así que no te puedes dar el lujo de pasar por alto los detalles del prostíbulo.

¿Cómo que no? Has leído ese cuento tantas veces que ya no te acuerdas que uno empieza a saber que se trata de una venganza por la mitad, luego de que ella rompe los billetes.

En primer lugar, algo intuye uno cuando Borges dice "... como si de algún modo ya conociera los hechos ulteriores. Ya había empezado a vislumbrarlos, tal vez; ya era la que sería." En segundo lugar, Borges ya nos ha explicado que Emma es una mujer muy tímida, de modo que no es necesario decir nada acerca de cómo se sentía ella en el bar, con una frase basta.

Si eso no te convence, fíjate cómo Borges describe el lugar al que la llevó el marinero.

El hombre la condujo a una puerta y después a un turbio zaguán y después a una escalera tortuosa y después a un vestíbulo y después a un pasillo y después a una puerta que se cerró.

¿Ves? Nada de fluorecente verde ni largo corredor ni señoras que cobran el 100% del servicio antes de que uno vea la mercadería.

Porque el ambiente Emma Zunz es de horror y todo está contado desde el punto de vista de alguien débil, casi una víctima; ella practicamente está siendo arrastrada por el zaguán, la escalera, etc. En cambio, tu cuento siempre tuvo la intención de ser tenso y desde el punto de vista de alguien que se cree fuerte, un victimario, alguien que da cada paso voluntariamente.


Ya, pero a lo que voy es que uno debe evitar dar detalles que pueden resultar falsos para lector; este es un modo.

Insisto. No se puede separar el cuento del modo en que está contado.

Y no se puede separa la mente del cuerpo en que funciona, per...

Me estás dando la razón.

¡No! Estoy diciendo que...

Y ahora te contradices.

¿Cómo?

Suficiente. Dame cinco.

¿Qué?

¡Haga cinco flexiones, soldado!

....

Tonto.

lunes, 2 de mayo de 2011

El peligro de publicar tu trabajo (II)



Sábato en "El escritor y sus fantasmas", página 16:

Por qué dejo transcurrir tanto tiempo entre El Túnel y Sobre héroes y tumbas? ¿No le gusta escribir novelas?

No. Me atormenta mucho, no es un goce ni un pasatiempo. Y aunque respeto a los que escriben todos los días y publican todos los años, yo no puedo hacerlo. No puedo sino escribir sobre las grandes crisis que atravesamos en nuestra existencia, esas encrucijadas en que nuestro ser parece hacer un balance total, en que reajustamos nuestra visión del mundo, el sentido de la existencia en general. Esos periodos del hombre son pocos, muy pocos: el fin de la adolescencia, el fin de la juventud, el fin de la vida. Lástima que no pueda darse el testimonio final. Ahora bien, lo que pasa es que todos hacemos muchos bocetos para esos cuadros cruciales. Y algunos los publican. No sé si tienen razón o no, pues podría ser que en un boceto demos con más espontaneidad o soltura lo que luego creemos dar más cabalmente en el cuadro final. No lo sé, pero lo que sé es que yo no me siento inclinado a publicar todas esas experiencias intermedias: por modestia o por arrogancia. Por otra parte, si genios como Stendhal han dejado un par de libros, si un portento como Cervantes pasa a la historia del arte con una sola novela ¿por qué exigirle diez o veinte o cincuenta a escritores menos garantizados? En lo que a mí se refiere, me daré por satisfecho si antes de morirme logro escribir una novela que resista el tiempo.

Bueno, ¿y por qué exigirse a uno mismo media línea?

Mejor hagamos como un conocido mío: dado que no es posible conocer la realidad, malinterpretemos a nuestro favor: por malo que sea un cuento, nunca es tan malo como para que sea recordado por eso durante más de una generación. Y si eso no es suficiente, hombre, siempre puede caer un meteorito, ¿no?