viernes, 22 de julio de 2011

¡Re Borges!

Ayer terminó el taller de Gabriel Rimachi; los hice leer -mi abyección no conoce límites- "El monstruo". Quizás la única forma de que alguien lo lea sea pagando por ello, pero me salva de tal ignominia el que los otros también tuvieron que pagar para leer mi cuento.

Dos objeciones puso Gabriel a "El monstruo": Mal titulo, mal penúltimo párrafo.

No estoy de acuerdo con la primera. Titular al cuento "El monstruo" no pone sobre aviso al lector, porque el cuento no es sobre la maldad del personaje sino, quizás, sobre lo contrario. Por la misma razón no obliga a una lectura, como sí lo hace el título "Cien años de soledad". La relación entre la lectura y el título, en el caso de "El monstruo", incluso podría ser irónica.

Sobre la segunda: está mal, dijo Gabriel, que el narrador le dé un codazo al lector y le guiñe un ojo. Tampoco estoy de acuerdo. Borges lo hacía. "Pero tú no eres Borges", respondió Gabriel. "Entonces la cosa no es que no se pueda hacer sino que, en todo caso, soy yo quien lo está haciendo mal", respondí; pero debí responder que no necesito ser Borges para hacer las cosas que hacía Borges. Borges ya fue Borges por mí. Lo cual, por supuesto, no es una excusa para dejar las cosas así; hay que leer a Borges de principio a fin, cuento por cuento, bisturí en mano.

Ahí nos vidrios.

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