lunes, 7 de noviembre de 2011

Terror

Stephen King en "Danza Macabra":

3

Nos sentamos en nuestros asientos, como muñecos, contemplando al gerente del cine. Se veía nervioso y cetrino —o tal vez eran sólo los focos—. Nos sentamos preguntándonos que clase de catástrofe podría haberlo motivado a detener la película justo cuando restaba alcanzando la apoteosis de cada matinée de sábado, "la parte buena"; el modo en que tembló su voz cuando habló no inspiró a nadie una sensación de que todo iba bien.

"Quiero decirles," dijo con esa voz temblorosa, "que los Rusos han puesto en órbita un satélite espacial alrededor de la tierra. Lo han llamado... Sputnik."

Esa muestra de información fue recibida por un silencio sepulcral, absoluto. Simplemente nos quedamos ahí, una audiencia de chicos de los 50, chicos con cortes de pelo al rape, cortes de blancos, colas de caballo, colas de pato, miriñaques, chinos, jeans con dobladillos, anillos del Capitán Medianoche, chicos que acabábamos de descubrir a Chuck Berry y Little Richard en una radio de rhythm & blues negro de New York, que a veces se sintonizaba de noche, oscilando una y otra vez, en un plano distante, una radio en donde hablaban con unapoderosa jerga. Éramos chicos que crecimos con el Capitán Video y Terry y los Piratas. Éramos los chicos quehabíamos visto infinidad de veces a Combat Casey sacarle los dientes a North Korean en los cómics. Éramos los chicos que vimos a Richard Carlson atrapar miles de sucios comunistas espías en I Led Three Lives. Éramos los chicos que juntábamos cuartos de dólar para ver a Hugh Marlowe in La Tierra contra los Platillos volantes y nos daban esa clase de sorprendente información como si fuera una noticia desagradable.

Recuerdo esto muy claramente: cortando aquel espantoso silencio de muerte, llegó una voz aguda, no sé si era un chico o una chica, una voz que estaba cerca de las lágrimas, pero que también estaba llena de una furia espantosa: "¡Oh, vamos, pon la película, mentiroso!"

El gerente no miró en ningún momento en dirección al lugar de donde venía esa voz, y eso fue de algún modo, lo peor de todo. De alguna manera eso lo probaba. Los rusos nos habían vencido en el espacio.

En algún lugar, por encima de nuestras cabezas, pitando triunfalmente, había una bola electrónica que había sido construida detrás de la Cortina de Hierro. Ningún Capitán Medianoche ni Richard Carlson (quien también protagonizaba Jinetes a las estrellas; y oh muchacho, cuánta amarga ironía hay en eso) había conseguido detenerlo. Estaba allí arriba, y ellos lo llamaron Sputnik. El gerente permaneció allí por un largo rato, mirándonos como si esperara tener algo más que decir, pero no se le ocurría nada. Entonces se fue y muy pronto, la película continuó.

4

Entonces, aquí está la cuestión. Ustedes recuerdan dónde estaban cuando el Presidente Kennedy fue asesinado. Recuerdan dónde estaban cuando escucharon que RFK cayó en una cocina de cierto hotel como resultado de los actos de otro loco. Tal vez recuerden incluso dónde estaban durante la crisis de misiles cubana.

¿Recuerdan dónde estaban cuando los Rusos lanzaron el Sputnik I?

Terror —lo que Hunter Thompson llama "miedo y odio"— a veces surge de una penetrante sensación de inestabilidad... de que hay cosas que están fuera de su sitio. Si ese sentido de desubicación es repentino, y parece personal, si te golpea cerca del corazón, entonces queda en tu memoria como un todo.

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