sábado, 2 de abril de 2011

Mi problema con las descripciones (V)

Primeros dos párrafos y una línea de Historia de Mayta, de ya saben quién:

Correr en las mañanas por el Malecón de Barranco, cuando la humedad de la noche todavía impregna el aire y tiene a las veredas resbaladizas y brillosas, es una buena manera de comenzar el día. El cielo está gris, aun en el veranos, pues el sol jamás aparece sobre el barrio antes de las diez, y la neblina imprecisa la frontera de las cosas, el perfil de las gaviotas, el alcatraz que cruza volando la quebradiza línea del acantilado. El mar se ve plomizo, verde oscuro, humeante, encabritado, con manchas de espuma y olas que avanzan guardando la misma distancia hacia la playa. A veces, una barquilla de pescadores zangolotea entre los tumbos; a veces, un golpe de viento aparta las nubes y asoman a lo lejos La Punta y las islas terrosas de San Lorenzo y el Frontón. Es un paisaje bello, a condición de centrar la mirada en los elementos y en los pájaros. Porque lo que ha hecho el hombre, en cambio, es feo.

Son feas estas casas, imitaciones de imitaciones, a las que el miedo asfixia de rejas, muros, sirenas y reflectores. Las antenas de televisón forman un bosque espectral. Son feas estas basuras que se acumulan detrás del bordillo del Malecón y se desparraman porel acantilado. ¿Qué ha hecho que en este lugar de la ciudad, el de mejor vista, surjan muladares? La desidia. ¿Por qué no prohíben sus dueños que sus sirvientes arrojen las inmundicias practimanente bajo sus narices? Por que saben que entonces las arrojarían los sirvientes de sus vecinos, o los jardineros del Parque de Barranco, y hasta los hombres del camión de basura, a quienes veo, mientras corro, vaciando en las laderas del acantilado los cubos de desperdicios que deberían llevarse al relleno municipal. Por eso se han resignado a los gallinazos, las cucarachas, los ratones y la hediondez de estos basurales que he visto nacer, crecer, mientras corría en las mañanas, visión puntual de perros vagos escarbando los muladares entre nubes de moscas. Tambièn me he acostumbrado, estos últimos años, a ver, junto a los canes vagabundos, a niños vagabundos, viejos vagabundos, mujeres vagabundas, todos revolviendo afanosamente los desperdicios en busca de algo que comer, que vender o que ponerse. El espectáculo de la miseria, antaño exlusivo de las barriadas, luego también del centro, es ahora el de toda la ciudad, incluidos estos distritos -Miraflores, Barranco, San Isidro- residenciales y privilegiados. Si uno vive en Lima tiene que habituarse a la miseria y a la mugre o volverse loco o suicidarse.


Pero estoy seguro que Mayta nunca se habituó.

Así es como me gustan las descripciones. Lo que necesites describir y lo que necesites contar, todo al mismo tiempo. Bueno, no exactamente "lo que necesites"; no se trata de un artificio para liquidar el problema de la ubicación de los personajes. Es muy útil, pero no se trata de eso, sino de que a través del artificio la trama toma forma, los personajes son mostrados, etc. Esos muladares son la punta del iceberg en la trama, su descripción nos plantea el tema de la novela. Eso fue lo que intenté en el cuento que está en el primer post de este blog.

Las mentes brillantes piensan igual: Cortázar coincide conmigo en una carta enviada a Mario en 1965:

Precisamente lo estupendo del libro (...) es que la descripción de la naturaleza, que es fundamental en la novela, está de tal manera fusionada con la acción, que jamás se da uno cuenta de que tú le estás mostrando al lector cómo es un claro del bosque, una curva del río, una calle de la ciudad. Hay una sola atmósfera en que todo ocurre simultáneamente, escenarios y acciones, y eso es de lo más difícil y te lo digo por amarga experiencia personal. El clima general del libro (sequedad y arena y viento, o calor húmedo y alimañas y pantanos) surge con una fuerza tremenda, y alguna vez que me he detenido a analizar un par de páginas para ver cuál era la acumulación de detalles que provocaba esa fuerza, he visto lo que te digo más arriba, es decir, que te basta contar a tu manera para que todo se dé en una misma instancia narrativa, sin esa separación escolar entre “descripción” y “acción” que es propia del novelista común.
No es la primera vez que me sucede esto. Hace poco vi "La vida de Brian"; resulta que los Monty Python ya me plagiaban en 1979.

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