jueves, 24 de marzo de 2011

El peligro de publicar tu trabajo

Salman Rusdie en "En defensa de la novela, otra vez"

Lo que ahora sucede no es tanto la muerte de la novela sino el disgusto del lector. El año pasado, en Estados Unidos, más de cinco mil nuevas novelas fueron publicadas. ¡Cinco mil! Sería un milagro que se hubieran escrito quinientas novelas publicables en un año. Sería extraordinario que cincuenta de ellas fueran buenas. Sería motivo de celebración universal que cinco de ellas -si no es que una de ellas- fueran excelentes.

Los que publican lo hacen en exceso porque en las editoriales los buenos editores han sido despedidos o no han sido reemplazados, y porque la manía por la rotación ha desplazado a la habilidad de distinguir los buenos libros de los malos. Dejemos que el mercado decida, parecen decir demasiados editores. Sólo pongamos este material ahí. Algo tiene que hacer clic. Así que allá van los libros, rumbo a las librerías: al valle de la muerte van los cinco mil, con máquinas publicitarias que les proporcionan una inadecuada cubierta. Este enfoque es fabulosamente autodestructivo. Como dijo Orwell en 1936 (es claro que no hay nada nuevo bajo el sol), "la novela está siendo expulsada a gritos de la existencia". Los lectores, al encontrar que no pueden abrirse paso a machetazos en la jungla tropical de la ficción chatarra y al convertirse en cínicos ante el degradado lenguaje de la hipérbole con el cual cada libro se engalana, se rinden. Compran un par de libros galardonados al año, quizás uno o dos libros de escritores cuyos nombres reconocen, y emprenden la huida. El exceso de publicaciones y el exceso de sofisticaciones producen carencia de lectura. No es sólo una cuestión de demasiadas novelas que ahuyentan a los lectores. Si publicar una novela se ha convertido, como lo sugiere el Profesor Steiner, en "una apuesta contra la realidad", ello se debe en gran medida a este enfoque tipo escopetazo, indiscriminado. Por estos días es muy frecuente oír hablar acerca de un nuevo espíritu empresarial, de audacia financiera en el campo de la publicación. Sin embargo, lo que necesitamos es la mejor clase de inmisericordia editorial. Necesitamos regresar al juicio crítico.


Hace poco le pregunté a dos bloggers si sabían cuántos libros de ficción se publicaban al año. Uno me respondió con su ringtone de chirrido de grillos, el otro me dijo “Uff, como cuatrocientos”.Sea cual sea la cifra, sospecho que no guarda proporción alguna con la de los lectores. ¿Tiene sentido pasar por todas esas ceremonias para que las termitas se den un banquete?

No, no tiene sentido. Pero tampoco tiene sentido pasar un archivo de mano en mano si éste no va a ser tomado en serio. Pero si se imprime, los únicos que verdaderamente lo tomarían en serio serían las termitas. Pero si se envía por correo electrónico terminaría en la carpeta de spam. Pero si se imprime…

Me pregunto si alguien habrá intentado producir electricidad de esta manera.

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